LA ORACIÓN DEL VIEJO MAESTRO

Aquel viejo maestro nunca dejaba de enseñar y nunca dejaba de aprender.
Cada vez sabía más y cada vez parecía menos reacio a enseñar.
La vida le había llenado de conocimientos y le había llenado de prudencia. El silencio, la moderación, son también sabiduría:
- Cuando era joven y revolucionario, solía repetir, pedía a Dios que me diera fuerzas para cambiar el mundo. Multitudes de alumnos me seguían. Con el tiempo me di cuenta de que no había cambiado a nadie y empecé a pedir fuerzas para transformar al menos a los cercanos. Ya no me escuchaban tantos. Llegué a viejo y me di cuenta de los estúpido que había sido. Hoy sólo pido a Dios la gracia de cambiarme a mi mismo. Veo que hay muy pocos que me escuchan. Pero yo, ojalá hubiera pensado siempre así, no habría malgastado mi vida, porque Dios se ha pasado toda mi vida, pidiéndome que me dejara cambiar.

Alfonso de Francia (Adaptación de un relato oriental) 

Puede que tenga mucha razón este buen hombre.
Cuantas veces esperamos, buscamos que sean los otros los que cambian, los que se conviertan, cuando lo primero que deberíamos hacer, para empezar es procurar cambiar nosotros mismos. 

EL LEÓN Y EL RATÓN



Había una vez  un ratoncillo no estaba  así por haberle robado comida al león, sino porque  estaba  jugando y merodeando por donde  el león  estaba  durmiendo, y, claro, éste, molestado por no poder  descansar, apresó al ratón.
El ratón, al verse preso, le pidió  disculpas  al león por haberle molestado y éste, conmovido, le perdonó.

Pasado un tiempo, estando el león cazando, cayó en una trampa, una  gran red que había  escondida  entre la maleza. Quiso salir, pero la red se lo impedía; entonces  empezó a  rugir  con fiereza, pidiendo auxilio.

El ratón al oír los rugidos sin pensárselo dos veces, fue hacia el sitio donde se hallaba el león preso y comenzó a roer la red, así consiguió rompérsela y pudo  liberar al león.

Hay que ser agradecidos. Hoy por ti y mañana por mí.
Hay que ser agradecidos sobre todo a los padres, a los familiares, a los médicos y maestros, a los buenos políticos, a todas las buenas personas, a la Iglesia…. a tantas y tantas personas que de una manera u otra nos han hecho algún bien a nosotros o a la humanidad.

F. M. de SAMANIEGO

(Adaptación. Educar con  Fábulas. CCS P. 53)                                                                                                                            

Una gran contradicción.



Ya en el año 2000  la FAO llamaba la atención sobre la persistencia simultánea “de una privación extrema y generalizada de alimentos, cuando existe una gran abundancia de suministros alimentarios en un mundo con un sistema excelente de comunicaciones y de transporte.”
Señalaba la paradoja entre la existencia del hambre a gran escala y la más que suficiente producción mundial de alimentos, recordando que “mientras más de 800 millones de personas estaban insuficientemente alimentadas, otros 300 millones padecían obesidad”.
Según datos de las Naciones Unidas se producen alimentos para 12.000 millones de personas.
Se producen más alimentos que nunca y sin embargo 1 de cada 8 personas pasa hambre.
El drama no es la falta de alimentos, sino el acceso a ellos.
“Hay comida para todos, pero falta la voluntad política de conseguir que llegue a todos”
Luchemos contra la pobreza, ¿te apuntas? es el lema de la compaña de Manos Unidas

HERMANO, PERMITE QUE TE ENSEÑE



Según una antigua tradición sufí, los  monjes mahometanos  podían alcanzar  la cima de la contemplación mediante la repetición de cierto mantra u oración sagrada: El mantra en cuestión era “YA HU, YA HU”. Repitiéndolo con mucha frecuencia  no sólo llevaría a la cima  de la contemplación, sino que haría el monje  capaz de realizar milagros y llevar a cabo proezas tan extraordinarias como caminar sobre el agua.
Cierto monje joven, cuya aspiración era llegara la cumbre de la contemplación, pero era tenido por muchos como un ingenuo, decidió dejar su pueblo natal y retirarse en la soledad para repetir días y noche el mantra.

Como era tan analfabeto pronunciaba mal YA HU , YA HU. En lugar de  ello exclamaba  U YA HU, U YA HU. Esto producía un gran disgusto  a un sabio monje de mucha edad que decía:
-         Verdaderamente debía ir a ayudar a este monje joven.
 
En consecuencia  fue a ayudarle.
-         Mi querido joven hermano, noche y día he oído pronunciar mal nuestro mandra sagrado. Temo que no llegues  nunca a la cima de la contemplación, si  no permites que te enseñe. No digas U YA  HU, U YA HU,  sino di YA HU, YA HU.

El joven monje se sintió encantado, le dio las gracias y le prometió  seguir su consejo.
Pero  al poco de marcharse el anciano monje este oyó de nuevo que el joven monje caía en los mismos errores. El anciano se descorazonó y  se preguntaba qué debía hacer.

Cuando levantó los ojos, presa de gran frustración, se encontró con una insólita visión. El joven monje caminaba hacia él sobre el agua. Al llegar a la barca, hizo una humilde reverencia y preguntó:
-         Excúseme, hermano, y perdóneme mi torpeza; ¿podría hacer el favor de decirme otra vez cómo hay que pronunciar el sagrado mantra? ¿Debo decir U YA HU, U YA HU o HU YA HU, HU YA HU?