UN ATEO QUE MARCA LA x PARA LA IGLESIA CATÓLICA

El doctor José Manuel López especialista en Oncología en el Hospital Universitario de Valdecilla de Santander (Cantabria) asegura  que marca por convencimiento todos los años la equis en la casilla de la Iglesia Católica cuando hace la Declaración de la Renta. Y eso a pesar de declararse ateo.

Razones:

  1. La Iglesia católica es  históricamente la organización benéfica más eficiente.
  2. Europa está obviando el catolicismo. Voto por ese espíritu de paz y de concordia (que se respira en sus celebraciones) aunque sea ateo.
  3. Estoy harto de la beligerancia que existe contra la Iglesia Católica en nuestra sociedad española. Me parece inexplicable el furor  obsesivo por baja los crucifijos de los colegios. No veo qué daño causan los símbolos de una fe que no me asiste pero si ilustra mi paisaje histórico y emocional.

La Sencillez

Caminaba un día con mi padre, cuando éste se detuvo en una curva y, después de un pequeño silencio, me preguntó:

-¿Además del trino de los pájaros, escuchas alguna otra cosa?

Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí.

-Estoy escuchando el ruido de una carreta.
 

- Eso es –dijo mi padre-. Es una carreta vacía.

Pregunté a mi padre:

-¿Cómo sabe que es una carreta vacía, si aún no la vemos?

- Entonces mi padre respondió:

- Es muy fácil saber cuando una carreta está vacía… por causa del ruido. Cuando más vacía está la carreta mayor es el ruido que hace.

Me convertí en adulto y hasta hoy, cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y infravalorando a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo...
 
“Cuanto más vacía está la carreta, mayor es el ruido que hace”

El gran negocio de la trata (de la prostutición) según un artículo de la revista Mundo Negro.


La policía estima que hay en España unas 12.000 mujeres que son víctimas de la trata de seres humanos.
Un delito que en el mundo afecta a 1.800.000 personas.
Este crimen organizado genera 32.000 millones de dólares al año.
En España unos 5 millones de dólares al día, algo que la convierte en uno de los negocios más rentables del mundo sólo equiparable al tráfico de drogas y de armas.
En el conjunto de la Unión Europea tan sólo entre 2008 y 2010 se detectaron 24.000 víctimas de la trata. Según los datos de la seguridad del estado, en España solo se identifica a 1 de cada 20 víctimas.
Hay una demanda de sexo que va en aumento en los países desarrollados, un negocio que produce unos beneficios exorbitantes. España es el primer país de la Unión Europea  en consumo de prostitución
Las mujeres víctimas de la prostitución son originarias de Nigeria, Senegal, Guinea Conacry, Ghana y Costa de Marfil Suben por Níger y Argelia hasta llegar a Marruecos, en donde pasar en patera se convierte en el último eslabón. Pueden tardar un año o año y medio en hacer toda la travesía desde sus lugares de origen hasta llegar a su lugar de destino. El viaje puede costar de 25. 000 a 60.000 euros
También van en aumento las mujeres de Europa del Este, especialmente rumanas y búlgaras
Hay de manera especial una congregación religiosa, las  Adoratrices que se dedican a recuperar a estas mujeres y lo hacen por medio de la Fundación Proyecto Esperanza, desde la que trabajan en el proceso de detección e identificación de los casos.
Existe también la Red Europea de Religiosas que trabajan para luchar contra esta explotación.
La fundación Amaranta-Hermanas Adoratrices lucha en España contra la trata con fines de explotación sexual, lleva ya más de 20 años trabajando al lado de  mujeres que son víctimas de la trata de personas con fines de explotación sexual. Ellas, las Adoratrices, les ofrecen recursos para devolverles la esperanza. El proceso es lento, pero merece la pena."

ESTANCADOS

El Papa Francisco está repitiendo que los miedos, las dudas, la falta de audacia... pueden impedir de raíz impulsar la renovación que necesita hoy la Iglesia.  En su Exhortación “La alegría del Evangelio” llega a decir que, si quedamos paralizados por el miedo, una vez más podemos quedarnos simplemente en “espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia”.

Sus palabras hacen pensar. ¿Qué podemos percibir entre nosotros? ¿Nos estamos movilizando para reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas, o seguimos instalados en ese “estancamiento infecundo” del que habla Francisco? ¿Dónde podemos encontrar fuerzas para reaccionar?
Una de las grandes aportaciones del Concilio fue impulsar el paso desde la “misa”, entendida como una obligación individual para cumplir un precepto sagrado, hacia la “eucaristía” vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo.

Sin duda, a lo largo de estos años, hemos dado pasos muy importantes. Quedan muy lejos aquellas misas celebradas en latín en las que el sacerdote “decía” la misa y el pueblo cristiano venía a “oír” la misa o “asistir” a la celebración. Pero, ¿no estamos celebrando la eucaristía de manera rutinaria y aburrida?

Hay un hecho innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica dominical porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita para alimentar su fe débil y vacilante.

Sin duda, todos, pastores y creyentes, nos hemos de preguntar qué estamos haciendo para que la eucaristía sea, como quiere el Concilio, “centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana”. Pero, ¿basta la buena voluntad de las parroquias o la creatividad aislada de algunos, sin más criterios de renovación?

La Cena del Señor es demasiado importante para que dejemos que se siga “perdiendo”, como “espectadores de un estancamiento infecundo” ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana”. ¿Cómo permanece tan callada e inmóvil la jerarquía? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación y nuestro dolor con más fuerza?

El problema es grave. ¿Hemos de seguir “estancados” en un modo de celebración eucarística, tan poco atractivo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es esta liturgia que venimos repitiendo desde hace siglos la que mejor puede ayudarnos a actualizar aquella cena memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra fe?