Señor Jesús, bien dijiste que no habías venido a abolir la ley sino a perfeccionarla.
Tú das importancia, prioridad al interior, al
corazón.
Con ello, Tú, Señor Jesús vas a lo esencial.
Gracias, Señor Jesús, porque con ello estás
resaltando aquello que jamás debemos olvidar.
Es verdad, como dices, Señor Jesús que del
interior del ser humano es de donde nace lo que es impuro, el pecado, la
maldad.
Es en el corazón donde anidan los buenos y
los malos sentimientos, los buenos y los malos deseos.
Por eso nos invitas a la conversión del
corazón.
Si nuestro corazón es bueno nuestras obras
serán buenas y al contrario.
El interior de las personas de ordinario sólo
lo sabe Dios.
Señor que tengamos siempre en cuenta la
advertencia que nos hace el profeta Isaías: Este
pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí. El culto que
me dan está vacío porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.
Que no nos quedemos sólo en unas prácticas externas,
que por cierto son también muy necesarias, sino que nuestro interior sea el que
Tú quieres que sea.
Ayúdanos a poner el acento en el interior, en
el corazón, sin minusvalorar las leyes de la convivencia humana y la ley de
Dios.
Gracias, Señor Jesús.
Una vez más Tú das en el
clavo.