DIA 3, LA FIESTA EN EL TEMPLO

DIA 3                                              LA FIESTA EN EL TEMPLO

ORACIÓN INICIAL.
Dios te Salve María, Madre del Niño Perdido, Patrona de Alquerías, nosotros, tus hijos, venimos durante estos días a obsequiarte con nuestras plegarias; venimos a intentar aprender de ti, primera mujer de la Iglesia, a vivir lo esencial de la vida cristiana: la fe, esperanza y caridad. Que con tu ayuda y nuestro esfuerzo nos sintamos y vivamos como hombres y mujeres de la Iglesia de hoy. Amén.

LECTURA DE LA SAGRADA ESCRITURA.
“Guarda el mes de Abib y celebra en él la Pascua en honor de Yahveh tu Dios,
porque fue en el mes de Abib, por la noche, cuando
Yahveh tu Dios te sacó de Egipto. Sacrificarás en honor de Yahveh tu Dios
una víctima pascual de ganado mayor y menor, en el lugar elegido
por Yahveh tu Dios para morada de su nombre. No comerás con la víctima
pan fermentado; durante siete días la comerás con ázimos
–pan de aflicción- por que a toda prisa saliste del país de Egipto:
para que te acuerdes todos los días de tu vida del día en que saliste
del país de Egipto. Durante siete días no se verá junto a ti levadura,
 en todo tu territorio, y de la carne que hayas sacrificado la tarde
 del primer día no deberá quedar nada para la mañana siguiente.
NO podrás sacrificar la Pascua en ninguna de las ciudades que
 Yahveh tu Dios te da, sino que sólo en el lugar elegido por Yahveh
tu Dios para morada de su nombre. Sacrificarás la Pascua, por la
 tarde a la puesta del sol, hora en que saliste de Egipto. La cocerás
 y la comerás en el lugar elegido por Yahveh tu Dios, y a la mañana
siguiente te volverás y marcharás a tus tiendas. Comerás
ázimos durante seis días; el día séptimo habrá reunión
 en honor de Yahveh tu Dios; y no harás ningún trabajo”.
(Deut. 126, 16-ss)

Esta era la Pascua a la que los judíos concurrían anualmetne. Y estos los detalles que pormenorizan su ritual.
La Sagrada Familia, como devotos judíos, acuden, en peregrinación, a la celebración.
Toda religión tiene sus fiestas y, estas, tienen su liturgia.
La fiesta está en la entraña del pueblo, y la liturgia también. El Pueblo es festivo...
Alguien afirmó “que antes que el negocio fue el ocio”.
La fiesta – la religiosa también- (Ahí está como prototipo la Eucaristía), es celebración de la vida.
Es un alto en el camino de cada día.
Es un canto a la hermandad y la libertad.
Afirmamos en ella la exuberancia de la vida material y espiritual.
Afirmamos la supremacía del hombre sobre las cosas.
Afirmamos la libertad, quitándonos las caretas y obrando espontáneamente. Nos quedamos al desnudo...
Afirmamos nuestra solidaridad, compartiendo.
La fiesta no es para uno mismo; se invita a los demás.
El sentido utilitarista de hoy nos hace, muchas veces, aguar la fiesta. Somos “aguafiestas”.
Otras veces disociamos la diversión de la fiesta, y esto es egoísmo. Entonces aburre y asquea. Reducimos la fiesta a un chiste “entre dos bostezos”.

REFLEXION:
¿Valoro la fiesta como expresión genuina del hombre?
¿Me sirve la fiesta para alabar a Dios y compartir con mis hermanos?

SALUTACIONES A LA VIRGEN:
-Virgen del Niño Perdido, mujer de fe y acendrada religiosidad que, en tu bajada al Templo de Jerusalén, nos invitas a valorar las prácticas religiosas como expresión de fe; haz que no disociemos en nuestra vida, la fe y las tareas de cada día.
Ave María…
-Madre del Niño Perdido, por la pena y dolor que experimentasteis en la pérdida de Jesús, al quedarse en el Templo, haz que sintamos nosotros ese mismo dolor, al perderlo por el pecado, y que pongamos el esfuerzo y diligencia que tú y San Jose pusisteis hasta encontrarle.
Ave María…
-Virgen del Niño Perdido , por la alegría que supuso para vuestro corazón de madre el encontrar al Niño Jesús en el Templo, haz que cada uno de nosotros, le sepamos encontrar, y alegremos con su presencia, en nosotros y en los demás.
Ave María…

ORACION A LA VIRGEN.
Oh Maria, inmensidad del cielo
fundamento de la tierra,
profundidad de los mares, luz del sol,
belleza de la luna,
esplendor de las estrellas del cielo...
Tu seno llevó a Dios,
de cuya majestad el hombre tiene miedo.
Tu regazo contuvo el corazón ardiente,
tus rodillas sostuvieron al león,
cuya majestad es terrible.
Tus manos tocaron
al que es intocable
y el fuego de la divinidad que hay en él.
Tus dedos se asemejan a las tenazas incandescentes
con las cuales el profeta recibió el carbón
de la oblación celeste.
Tu eres el cesto de este pan de ardiente llama
y el cáliz de este vino.
Oh Maria, que produces en tu seno
el fruto de la oblación...
te rogamos con insistencia
que nos guardes del enemigo que nos acecha
y que, como no se divide
la medida del agua y del vino, así no nos separemos nosotros de tí y de tu Hijo,
Cordero de Salvación.
(Anáfora Etiópica)