¡Oh Verbo! ¡Oh Cristo!
¡Qué bello y qué grande eres!
¡Quién acertará a conocerte!
¡Quien pudiera comprenderte!
Haz, oh Cristo, que yo te conozca y te ame.
Tú, que eres la luz, manda un rayo de ese divina luz sobre mi pobre alma, para que puede verte y comprenderte.
Dame una fe en ti tan grande. Que todas tus palabras sean luces que me iluminen, me atraigan hacia Ti y me hagan seguirte en todos los caminos de la justicia y de la verdad.
¡Oh Cristo! ¡Oh Verbo!
¡Mi Señor y mi único Maestro!
Habla que quiero escucharte y poner en práctica tu palabra.
Quiero escuchar tu divina palabra, que sé que viene del cielo.
Quiero escucharla, meditarla, practicarla, porque en tu palabra está la luz, la alegría, la paz y la felicidad.
Habla, Señor. Tu eres mi Señor y mi Maestro.
Quiero escucharte sólo a Ti.
( Antonio Chevrier)