YA
HEMOS COMENZADO LA CUARESMA
Estamos en tiempo de cuaresma, preparación
para la Pascua, tiempo de conversión, tiempo de adecuar nuestras vidas al
proyecto que Dios tiene sobre cada uno de nosotros
Aprovechemos este tiempo de gracia que el Señor
nos ofrece con las prácticas tradicionales del tiempo de cuaresma: Oración,
ayuno, abstinencia y limosna.
Y como nos dice la Palabra de Dios sin armar
ruido, de forma silenciosa, sin pretender llamar la atención, con sencillez y
humildad.
Dios ve nuestros actos y nuestras intenciones
y eso basta
También este tiempo de cuaresma es propicio
para confesarnos, para tomar conciencia de nuestros pecados y pedirle perdón al
Señor.
Todos somos pecadores, tomos tenemos nuestras
debilidades y necesitamos el perdón de Dios.
Mis pecados desfiguran la imagen de la
Iglesia dela que yo formo parte. Necesito reconciliarme con Dios y con los
hermanos
Como de costumbre al final del septenario
tendremos la celebración comunitaria de la penitencia pero ya antes podemos acercarnos
al sacramento de la reconciliación.
EL
TAZÓN DE MADERA
El abuelo cuando se murió su mujer se fue a
vivir con su hijo, su nuera y su nieto
de seis años.
El abuelo era mayor y tenía sus cosas. Sus manos con frecuencia le
temblaban, no veía tampoco muy muy bien y sus pasos flaqueaban. Los años no
perdonan.
La
familia completa comía junta en la mesa, pero las manos temblorosas del
abuelo y la vista enferma del anciano hacían que la comida, en ocasiones, le
cayera, que el agua del vaso se le derramara etc. etc. Siempre estaban esperando
algún pequeño accidente.
Un día el hijo y la nuera se dijeron:
- Tenemos que hacer algo con el abuelo, se le
cae la leche, hace ruido al comer, tira la comida al suelo etc.
El matrimonio decidió poner una mesa pequeña
en una esquina del comedor para el abuelo donde comería él solo mientras el
resto de la familia lo hacía en la mesa grande.
De vez en cuando, cuando la familia comía en
la mesa grande, lo miraban y podían ver las lágrimas en los ojos del abuelo
mientras estaba allí solo en su pequeña mesa. Sin embargo las únicas palabras que la pareja le dirigía eran frías
llamadas de atención cuando al abuelo le
caía la comida en el suelo o el agua en la mesa.
El niño de seis años lo observaba todo en silencio. Era una
cámara fotográfica.
Una
tarde, antes de la cena, el papá observó que su hijo estaba jugando con unos trozos de madera en el suelo.
Le preguntó dulcemente:
-
¿Qué
estás haciendo?
Con la misma dulzura el niño le contestó:
-
Estoy
haciendo un tazón para ti y otro para mamá, para que cuando seáis viejos comáis con ellos, en una mesa aparte.
Sonrió
y siguió con su tarea.
Las palabras del pequeño golpearon fuertemente
a sus padres, de tal forma que quedaron sin poder hablar, mirándose el uno al
otro. Las lágrimas les rodaron por sus mejillas, nadie dijo nada pero los dos
sabían lo que tenían que hacer.
Aquella tarde, el hijo tomó gentilmente de la
mano al abuelo y lo llevó a la mesa de la familia.
Para el resto de sus vidas el abuelo presidió
la mesa de la familia. Y a partir de ese día por ninguna razón ni el hijo ni la
nuera parecieron molestarse ya nunca jamás, cada vez que el tenedor se le caía
al abuelo o que derramara un poco de leche o ensuciara el mantel ellos lo
limpiaban o lo recogían sin increpar al anciano.
El niño, sin pretenderlo, cambió la vida de
aquella familia.
De lo pequeño, como la semilla, puede nacer
un gran árbol. Así es la vida