HEMOS COMENZADO EL TIEMPO DE ADVIENTO.





Adviento significa venida, venida del Señor.

El Señor ya vino, y nació el Belén y vivió en Nazaret.

En Navidad celebramos esa venida, el nacimiento de Jesús.

Pero Jesús, como se nos dice la Palabra de Dios, volverá de forma majestuosa al fenal de los tiempos y además permanentemente está viviendo de muchas formas lo hace por medio de su Palabra, de los sacramentos y en cualquier persona, de una forma especial en los pobres.

Dios quiera que sepamos reconócele.

Ante esta próxima venida del Señor aquí tienen una historia que nos viene bien recordar:



“En una aldea vivía un zapatero remendón. Una vez, la víspera de Navidad, le aconteció algo muy extraño. ¿Fue un sueño o una realidad? Mientras el zapatero recitaba sus oraciones de la mañana, oyó que un extraño le hablaba:

-      Pedro he venido a decirte que Dios está contento contigo. El Señor Jesús te visitará hoy en el taller.

El zapatero estaba rebosante de alegría. Quitó el polvo, limpió y barrió el taller. Aunque disponía de poco dinero, preparó un estofado a fin de tener comida que ofrecer al visitante. Luego se puso su mejor vestido y comenzó a trabajar mientras su corazón latía aceleradamente.

Una mujer de mala fama entró en el taller. La atendió perfectamente, quería que le arreglara unos zapatos. Pedro estaba ansioso por si el Señor Jesús llegara mientras se encontraba con ella. ¿Qué dirá? Ocultó su ansiedad y la atendió muy bien.

A solas de nuevo y a la espera del Señor, comenzó a imaginarse como sería verse cara a cara con el Señor. ¿Qué cara tendría?

Sumido es estos pensamientos entró en el taller una madre con su hija. Era una familia pobre. Pedro tuvo compasión de aquella familia y le regaló unos zapatos para la pequeña. La niña se puso muy contenta.

De nuevo a solas Pedro pensaba en su interior ¿Será posible que hoy venga a visitarme el Señor Jesús?

Al finalizar el día entró en el taller un borracho gritando y riendo:

-      Pedro, dame vodka. He bebido tanto vino que he perdido el gusto de él

-      Ven, siéntate, amigo. No tengo vodka, pero compartiré contigo lo que tengo. Ahora sacaré agua clara y una comida que he preparado hoy para un huésped especial. Siéntate conmigo y comeremos juntos.

Pedro y el borracho comieron juntos el estofado. Disfrutaron de su mutua compañía, cada uno a su manera. Pasó el tiempo. Y llegó la media noche. El ánimo de Pedro se hundió. Se sentía defraudado y contrariado. Jesús no había acudido. Se arrodilló para rezar las oraciones de la noche.

-      Señor ¿por qué no has venido hoy? ¡Te he estado esperando todo el día con tanta impaciencia!

Entonces escuchó una voz que le susurraba:

-      Pedro, he ido a tu casa, no una vez sino muchas veces durante el día. En cada persona que se ha acercado a tu casa era yo quien iba a tu casa.

Aquella noche Pedro se durmió con el corazón rebosante de alegría y de paz.