(Mt 20,1- 16a)

MIÉRCOLES 23: VEN A TRABAJAR A MI VIÑA; YO MISMO SERÉ TU PAGA 
Por: Nubia Celis, Verbum Dei 

Nuestro Dios tiene tanto amor que quiere que todos lo lleguen a gustar y saborear, ninguno de sus hijos se puede quedar fuera de su casa porque allí hay sitio para todos: justos y pecadores. El evangelio de hoy nos muestra una vez más (a través de esta parábola) cómo es el corazón del Padre: justo, generoso, dinámico, creativo, abierto y bondadoso; Jesús lo compara al Padre con el propietario de una viña que sale a contratar trabajadores.

Este detalle del Padre que “sale a contratar” nos dice mucho y nos recuerda el modo como Dios ha actuado desde siempre en la historia de salvación: Dios sale, toma la iniciativa, emprende el camino hacia el hombre. Además, nos dice la cita bíblica que sale por la mañana, al medio día y al iniciar la tarde, es decir: no tiene restricción de horario, llama siempre, a unos a temprana edad, a otros en la edad madura, a otros en la vejez… Para él siempre estamos a tiempo para escuchar su llamada y empezar a trabajar en su viña.

¿Descubres en tu vida esa llamada del Padre? ¿Te sientes invitado y contratado por él? El amor de Dios te implica en todo lo que es suyo; así como un padre de familia que tiene su hacienda o su campo, y que sueña amorosamente que un día sus hijos puedan también sentirse responsables de las siembras y las cosechas… así, nuestro Padre Dios nos implica en su amor por la viña (el mundo, la Iglesia, tu ciudad, los tuyos).

“Ven a trabajar a mi viña” No te quedes fuera, “todo lo mío es tuyo” y “todo lo pongo en tus manos”.  No entenderíamos correctamente el amor del Padre si hiciéramos oídos sordos a su voz y no nos hiciéramos responsables de tantos trozos de la viña que están por trabajar. El mismo Jesús nos muestra cómo ese amor le hacía ir y venir entre judíos y paganos proclamando la llegada del reino e invitando a todos a acogerlo y convertirse a él.

Muchas veces he dialogado esto con el Padre: “¿por qué tuve la suerte de conocerte? Hubiera podido pasarme la vida sin saber de ti… ¿por qué me das tanto?” y siempre me suele responder: “Porque te quiero y sé que si tú recibes mi amor, muchos tendrán la oportunidad de conocerme”. Luego le digo: “¿Cómo te puedo ayudar en tu viña, qué esperas de mí?” y él me responde: “si permaneces unida a mí sabrás lo que tienes que hacer en cada momento, delante de cada persona y en toda circunstancia”.

Solo quien está unido al Padre puede comprender sus reacciones y más allá de ellas, su corazón. Los trabajadores que llegaron a primera hora se sintieron engañados porque habían trabajado más que los demás y sin embargo recibieron lo mismo que ellos. Nuestros sentimientos y nuestro sentido de la justicia distan mucho a los sentimientos y a la justicia del Padre; al final de la parábola vemos que los trabajadores habían ido a trabajar en la viña pero no se detuvieron en conocer a su patrón, en vez de ver en él a un hombre bueno y generoso, y en vez de alegrarse con los que llegaron al final, le critican y reclaman su paga injusta.

“Amigo, no te hago ninguna injusticia… ¿te vas a enojar porque soy bueno? Quiero dar a éste último lo mismo que a ti”. El diálogo y la cercanía con el Padre nos descubre nuestro poco amor y lo lejos que estamos de sentir y actuar como él, pero también nos transforma y capacita para ver nuestra vida y la de los demás desde una nueva perspectiva: la de la bondad y la justicia.