El consumismo

“Me llamo Aurora y mi marido es José Luis. Llevamos treinta años de casados. Mi esposo José Luis ha demostrado una paciencia extraordinaria conmigo. Durante veinte años viví sólo para gastar, para consumir. Me gustaba aparentar y que lo mío fuera siempre mejor que lo que tenían los demás.
José Luis trabajaba en unos grandes almacenes. La empresa le ofreció una tarjeta de crédito para él y para mí. Nunca pensé que aquel trocito de plástico, aparentemente inofensivo pudiese hacerme tanto daño.
Como José Luis no venía a comer a casa y los niños comían en el comedor del colegio yo me pasaba el día en los grandes almacenes, hasta comía allí. Comprar y firmar cheques era mi gozo
José Luis sabía que yo compraba ya que a la hora de cobrar él no cobraba porque yo ya me lo había gastado todo antes. Frecuentemente me decía:
-         Ves alerta que un día tendremos un problema y si pierdo el trabajo piensa que tenemos hijos.
Yo le comentaba:
-         No te preocupen que eso no pasará nunca.
Creía que tenía el control de todo, pero no fue así.
Un día llamaron a José Luis del departamento de personal y le dijeron que la cuenta no tenía dinero, más aún que debía dinero. Esto pasó a mitad octubre que coincide con el cobro de una paga extraordinaria.
Era lo último que podía pasar. José Luis pagó la deuda y liquido la tarjeta. Cuando llegó a casa por la tarde su rostro me hizo pensar en lo peor.” ¿Qué te pasa?, pregunté. “Ya lo sabes”, me contestó. Le dije: “¿Has cobrado?” Y me contestó: “Si, pero he liquidado la tarjeta”
En aquel momento en casa había muy poco dinero para poder pasar el mes. José Luis me dijo: “Tú lo has buscado, ahora espabílate con lo que tienes”. A continuación, se desencadenó una fuerte discusión.
Yo viví todo aquello muy mal. Yo que tenía muchas cosas y de muy buenas marcas me parecía que me comía el mundo y resulta que era una esclava del consumismo, yo era como una persona que me encontraba en una prisión.
José Luis, el marido de Aurora añade. “Yo vivía todo aquello muy mal, quería perdonarla, pero no podía, no tenía fuerzas para ello. Al final le dije “Te perdono”
En aquel momento respiré también yo hondamente, quedamos los dos libres. Libres de verdad y unidos con el auténtico amor.
El perdón nos liberó a los dos, dialogamos, empecé a vivir con lo que tenía, jamás he vuelto a utilizar la tarjeta. Ahora me doy cuenta del gran peligro que supone el consumismo, no se puede vivir para gastar o para TENER”

REFLEXIONEMOS

-         ¿Hay en el mundo algunas personas que se parecen a Aurora, que son esclavas del “¿Tener”, del aparentar, del orgullo, de la avaricia, del móvil, del fútbol, del sexo o de otras muchas cosas?
-         ¿Soy yo esclavo/esclava de algo?
-         ¿Soy capaz de perdonar? Si no perdono soy también esclavo/esclava
-         ¿Qué voy a hacer?