HABLANDO CON JESÚS



Señor Jesús, Tú estás vivo, resucitado.
Así te muestras a tus discípulos, después de la Pascua en distintas ocasiones.
Fue tan fuerte el impacto que produjo en tus apóstoles tu muerte que con una vez que te muestras vivo no llegan a superar su desengaño.
Tus apóstoles están reunidos en una casa, formando una comunidad, una familia.
Las penas y las alegrías compartidas ayudan a formar familia, comunidad.
Veo que tu presencia con los apóstoles produjo como consecuencia el germen del nacimiento de una comunidad.
Yo también formo parte de una comunidad pequeña ella, que está unida a otra más grande, a tu Iglesia.
¡Qué importante es la comunidad!

Dicen que un hombre anciano había perdido el entusiasmo por la fe en Cristo,
por empeñarse en vivirla a solas, separado de los otros cristianos.

Un día recibió la visita de un anciano prudente y sabio que conocía la situación de este hombre que había perdido el entusiasmo por la fe en Cristo.

Se sentaron los dos frente a la chimenea. El anciano no habló, pero sacó del fuego un carbón encendido y lo puso en el suelo alejado de la chimenea.
Permaneció un tiempo en silencio, en pocos minutos el carbón perdió el brillo y se apagó.

Entonces lo levantó y lo puso de nuevo en el fuego.
Al poco tiempo empezó a arder de nuevo y el carbón enrojeció como antes.

El anciano no había dicho nada, pero mientras se levantaba para irse el otro señor supo exactamente por qué había perdido su fe en Cristo.

Señor Jesús ¿No es esto mismo lo que les ha sucedido a muchas personas que conocemos?
El apóstol Tomas separado de la comunidad no hace la experiencia de la resurrección. Ha perdido la fe en ti, Jesús. Cuando de nuevo se incorpora a la comunidad te reconoce de nuevo a ti como resucitado.
Un cristiano separado de la comunidad, es como un carbón separado del fuego.
¡Señor Jesús! Ayúdanos a valorar la comunidad cristiana, ayúdanos a que nuestra comunidad sea sencilla, acogedora, fraterna, misionera.
Gracias, Señor Jesús por la parroquia, por la Iglesia.