De palabra, al menos, así es, y muchísimas veces lo manifestamos también con muchos gestos. Nuestra fe en Jesús y el sacramento del bautismo nos ha incorporado a la familia de Dios.
Pero
eso que somos deberíamos de cuidarlo más y vivirlo con plenitud, manifestarlo.
El
otro día un sacerdote me contaba que estuvo para hacer una sustitución a una
parroquia, era un domingo. En la Iglesia habría unas 30 o 40 personas, cada una
en un banco, no había dos personas que estuviesen en un mismo banco.
Le
produjo mala impresión ¿Es que estarán reñidas?
Son
detalles que a lo mejor nos parecen irrelevantes, pero que tendríamos que
cuidar. Somos familia y estamos llamados a ofrecer ante el mundo la imagen de
familia.