“La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En Él no hay lugar a la indiferencia (hacia los demás), que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás: Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con el ( 1 Co 12¡, 26)…
La
Iglesia es “cumunio sanctorum”, comunión de los santos porque en ella
participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el
amor de Dios que se nos reveló en Cristo y sus dones
En
esta comunión de los santos y en esta
participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo
que tiene es para todos.
Y
puesto que estamos unidos a Dios podemos hacer algo por los que están lejos,
por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque
con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de
salvación…”
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la
Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a
ser islas de misericordia en medio del
mar de la indiferencia.