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María en su cántico no dice que está
contenta porque Dios ha mirado su virginidad, su bondad y su dulzura, tantas
virtudes que ella tenía. No. Sino porque el Señor ha mirado la humildad de su sierva,
su pequeñez, su humildad. Es lo que mira el Señor.
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Debemos aprender esta sabiduría de
marginarnos, para que el Señor nos encuentre. No nos encontrará en el centro de
nuestras seguridades, no, no. Allí no va el Señor… el camino del Señor es el de
la humildad.
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“El hombre vale más por lo que es que por
lo que tiene” (Gaudium et spes 34) Fijar la mirada sobre la realidad esencial
del hombre. He aquí la diferencia entre la vida deformada por el pecado y
aquella iluminada por la gracia
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Del corazón del hombre renovado según
Dios provienen los comportamientos buenos: hablar siempre con la verdad y
evitar la mentira; no robar, sino más bien compartir cuanto se posee con los
demás, especialmente con quien tiene necesidad; no ceder a la ira, al rencor ya
la venganza, sino ser mansos, magnánimos y dispuestos al perdón; no caer en la
maledicencia que arruina la buena fama de las personas, sino mirar mayormente
el lado positivo de cada uno. Y esto es revestirse del hombre nuevo, con restas
actitudes nuevas”
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En efecto, para ser testigos del
evangelio hace falta haber encontrado a Jesús. Quien lo conoce realmente se convierte e su testigo.
Testigo del evangelio es aquel que “ha encontrado a Jesucristo, que lo ha
conocido, o mejor dicho, que se ha sentido conocido por Él, reconocido, respetado,
amado, perdonado, y este encuentro lo ha tocado en profundidad, lo ha colmado
de una alegría nueva, un nuevo significado para la vida. Y esto se transmite a
los demás”.