Lo esencial es la invisible a los ojos



Lorenzo Oliván, Premio Internacional de Poesía Loewe, afirma “Lo más común ceguera de este mundo, es ver tan sólo lo que… todos ven”.
En el Principito de A. Exupéry, leemos: “Sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial permanece invisible a los ojos”
Es una gran verdad: lo más importante no es ver tan sólo lo que los ojos ven, sino mirar con el corazón, con el alma, más allá de las meras apariencias físicas.
Madre Teresa de Calcuta, hoy beata, rezaba y repetía a cuantos querían seguirla:
-      Jesús, tú que sufres… permíteme verte en tus enfermos, hoy y todos los días de mi vida… ¡Qué dulce es servirte!”.
-      Jesús, tu que sufres… permíteme reconocerte aunque estés oculto bajo la mascara de quien está abandonado y solo; de quien vive el desamor y la soledad… Esta visión de fe y de amor harán que mi trabajo jamás sea monótono… porque tú representas a Cristo.
-      Amado enfermo… te amo todavía más porque eres Cristo y porque se me ha concedido el gran privilegio de poder cuidarte.
El padre Willot afirmaba: Dos cosas definen a una persona: su mirada y su corazón”     
J.M Alimbau

Septenario de la Virgen de los Dolores



 
El sábado 5 de abril comenzamos el septenario a la Virgen de los Dolores y ese mismo día tendremos el pregón de Semana Santa.
Durante siete días nos reuniremos para recordar a la Virgen Dolorosa que acompañó a su hijo, como hacen las madres, en los momentos difíciles de sus hijos.
Procuremos participar en estos actos, más aún este año que celebramos los 50 años de la existencia de las Cofradías de Semana Santa en la Parroquia de Nuestra Señora de la Virgen del Niño Perdido. Es una buena forma de prepararnos a las celebraciones de Semana Santa.

NUESTRA GRAN TENTACIÓN



La escena de “las tentaciones de Jesús” es un relato que no hemos de interpretar ligeramente. Las tentaciones que se nos describen no son propiamente de orden moral. El relato nos está advirtiendo de que podemos arruinar nuestra vida, si nos desviamos del camino que sigue Jesús.

La primera tentación es de importancia decisiva, pues puede pervertir y corromper nuestra vida de raíz. Aparentemente, a Jesús se le ofrece algo bien inocente y bueno: poner a Dios al servicio de su hambre. “Si eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes”.

Sin embargo, Jesús reacciona de manera rápida y sorprendente: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de boca de Dios”. No hará de su propio pan un absoluto. No pondrá a Dios al servicio de su propio interés, olvidando el proyecto del Padre. Siempre buscará primero el reino de Dios y su justicia. En todo momento escuchará su Palabra.

Nuestra necesidades no quedan satisfechas solo con tener asegurado nuestro pan. El ser humano necesita y anhela mucho más. Incluso, para rescatar del hambre y la miseria a quienes no tienen pan, hemos de escuchar a Dios, nuestro Padre, y despertar en nuestra conciencia el hambre de justicia, la compasión y la solidaridad. 

Nuestra gran tentación es hoy convertirlo todo en pan. Reducir cada vez más el horizonte de nuestra vida a la mera satisfacción de nuestros deseos; hacer de la obsesión por un bienestar siempre mayor o del consumismo indiscriminado y sin límites el ideal casi único de nuestras vidas.
  Nos engañamos si pensamos que ese es el camino a seguir hacia el progreso y la liberación. ¿No estamos viendo que una sociedad que arrastra a las personas hacia el consumismo sin límites y hacia la autosatisfacción, no hace sino generar vacío y sinsentido en las personas, y egoísmo, insolidaridad e irresponsabilidad en la convivencia?
¿Por qué nos estremecemos de que vaya aumentando de manera trágica el número de personas que se suicidan cada día? ¿Por qué seguimos encerrados en nuestro falso bienestar, levantando barreras cada vez más inhumanas para que los hambrientos no entren en nuestros países, no lleguen hasta nuestras residencias ni llamen a nuestra puerta?

La llamada de Jesús nos puede ayudar a tomar más conciencia de que no sólo de bienestar vive el hombre. El ser humano necesita también cultivar el espíritu, conocer el amor y la amistad, desarrollar la solidaridad con los que sufren, escuchar su conciencia con responsabilidad, abrirse al Misterio último de la vida con esperanza.

NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO



            EL Dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana. 
            La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una econo

mía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.
            Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.
            Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.
            “No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.
            Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.
            “La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.
            Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”. (Pagola)