Se cuenta...

Se cuenta de dos hermanos que habían recibido una herencia de sus padres y ambos habían construido sus casas, distantes unos doscientos metros. El hermano mayor, Juan, era soltero y estaba muy feliz con su trabajo en el campo y con sus aficiones. El hermano menor, Pablo, estaba casado, tenía tres hijos: también vivía muy feliz con su mujer, sus hijos y su trabajo. Los dos eran agricultores y tenían sus graneros.
Una noche Juan, el hermano mayor, pensó que la situación era injusta. Él era soltero y no necesitaba tanto para vivir como su hermano casado y con familia: mujer e hijos. Entonces decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande de grano, cargársela en sus hombros y llevarla, en el silencio de la noche, al granero de su hermano Pablo.
Casi al mismo tiempo, Pablo, el hermano menor, también pensó en la situación de su hermano y le pareció que era injusta. Se dijo: yo estoy casado tengo mujer e hijos, ellos me cuidan y me cuidarán, mi hermano está sólo ¿quién le cuidara?
Entonces decidió ir a su granero, llenar una bolsa grande, cargársela en sus hombros y llevarla, en el silencio de la noche, hasta el granero de su hermano Juan.
Así fue como, cada noche, protegidos por el silencio y la oscuridad, los dos llevaban una bolsa grande de grano hasta el depósito de su hermano.
Lo que sucedió es que al repetirse ese gesto con tanta frecuencia y al hacer los dos la misma operación una noche coincidieron en sus horarios y se encontraron los dos hermanos cargados con sus respectivas bolsas de grano en la mitad del trayecto.
No hizo falta que se dijeran una palabra. Juan y Pablo se dieron cuenta de inmediato de lo que ambos estaban haciendo. Dejaron caer la bolsa en el suelo y se dieron un fuerte abrazo.
Los vecinos del lugar se enteraron de lo ocurrido y la historia se fue contando de generación en generación.
Cuenta la historia que con el tiempo los biznietos de ambos hermanos, de Juan y de Pablo, levantaron allí la estatua de la FRATERNIDAD