Ver con los ojos y con el corazón


Samuel es enviado por Dios para ungir con óleo, como hacemos cuando bautizamos, a la casa de Jesé porque Dios había escogido de entre sus hijos a uno que sería el rey de Israel.
Cuando vio al hijo mayor, a Eliad, pensó que ese era el destinado para ser rey.
Pero el Señor Dios le hizo saber a Samuel que no se detuviese en su estatura, en su corpulencia y le aseguró: lo que el hombre ve no es lo que vale, el hombre ve sólo lo exterior, pero Dios mira el fondo del corazón.
Y siguiendo la historia le presentaron a Samuel los siete hijos mayores de Jesé pero Samuel dijo:
- De estos siete nadie escoge Dios como rey de Israel.
Quedaba el más pequeño de la casa, David que hacia de pastor y estaba guardando el rebaño. Lo mandó llamar y cuando vino el Señor Dios le dijo a Samuel:
-      Unge a este, que es el que será el rey de Israel.
En la historia del pueblo de Dios el proyecto de salvación se realizó no por medio de grandes medios humanos. Con frecuencia Dios utiliza lo pequeño, lo despreciable, lo débil para realizar su obra. Ahí tenemos el pequeño pueblo de Nazaret donde vivió Jesús, el Salvador, ahí tenemos a María, la esclava del Señor, que Dios escogió para ser la madre de su hijo, ahí tenemos los apóstoles gentes sin estudios, pescadores y galileos….  Así Dios ha ido escribiendo su historia a lo largo de los siglos. ¡Cuántos grandes santos han existido y en vida fueron personas bien humildes!.
La historia se repite, Dios actúa en el mundo no por medio del poder o de las grandezas de este mundo sino con medios pobres, con personas sencillas. Así hace las cosas Dios.