DANOS, SEÑOR, ESPÍRITU DE VIGILANCIA

“El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco sensatas… Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora” (Mt. 25, 1-13)

Señor, Jesús:
Este es el resumen de tu evangelio de hoy:
“velad, porque no sabéis el día ni la hora”

El modo de vida cristiano incluye siempre esperanza:
como unas muchachas que esperan al novio para la boda;
saben que el novio llegará, y habrá fiesta;
pero ignoran el día y la hora de la fiesta.

Las muchachas sensatas “llevan alcuzas de aceite”
las no sensatas “se dejaron el aceite”
Y por esta falta de previsión no pudieron entrar en la fiesta.

¿Qué nos quieres decir, Cristo Jesús, con está parábola?

Sin duda ninguna  que el Reino de los cielos está ya aquí;
y hemos de estar atentos, vigilantes para reconocerlo,
para no dejar pasar las oportunidades.
Si, para poder ayudar como el samaritano al herido del camino,
para, como tú hiciste, conversar con la samaritana junto al pozo
para que descubriera otra agua que da vida para la vida eterna.

En este Reino puede haber personas “sensatas y no sensatas”;
Y tú, Cristo nuestro, quieres que todos seamos “sensatos”
que todos “llevemos alcuzas de aceite”con las lámparas.
Y así, esperemos la llegada del novio para la fiesta.

La lámpara encendida es imprescindible para la fiesta:
es el símbolo de la esperanza en que el novio llegara;
las puertas de la fiesta se abrirán;
la mesa de la dicha será para todos;
todos verán la gloria del Señor.
Sólo pide que “llevemos alcuzas de aceite”, en la espera.

¿Y qué es, Señor, el aceite de nuestra vida?
Sin duda algo que nosotros podemos aportar.
¿Es el amor? ¿Es la caridad?.¿Son nuestras oraciones?
¿Son nuestros sacrificios?
¿Qué es Señor?
¿No nos dirás tú un día “venid venditos de mi Padre
porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me distéis de beber.?.”

Digo yo si el aceite ¿no será el amor, la ayuda… el bien que podamos hacer a nuestro prójimo?.

Tú, Señor, a ese aceite lo llamas “vigilancia”;
“velad, porque no sabéis el día ni la hora”

La vigilancia, Dios nuestro, incluye muchas cosas:
trasnochar: no vivir en la oscuridad, sino en la luz;
desvelarse; desvivirse por el Reino de los cielos;
Eso, eso… desvivirse por el Reino de Dios,
por lo que tú te jugaste la vida, por lo que tú hiciste en este mundo.
Y ¿qué hiciste sino amar, hacer el bien… sin distinción…
hacer el bien a todos?
La vigilancia es estar atentos a la sabiduría de Dios
“que busca a los que son dignos de ella
y por los caminos se les muestra benignamente,
saliendo al encuentro de todos sus pensamientos” (Sab 6, 16)

Cristo Jesús:
Danos el espíritu de la vigilancia:
el que lleva a “la soledad” de la oración
el que da energía para amar a todos;
el que empuja para proclamar  el Reino;
el que aligera la cruz poniendo la vida en el Padre

[1] Rugo Gonzáles Pérez. Con retoques personales. Homilética 2005/5