Reflexiones sobre la oración según el papa eméritos Benedicto XVI



La oración, dice Benedicto XVI, está inscrita en el corazón de toda persona y señala que la oración antes que realizar actos de culto o pronunciar palabras, es una actitud interior, un modo de situarse ante Dios. Hay quien dice que la oración no es cosa fácil pues es el lugar por excelencia de la gratuidad, de tender hacia el Invisible, el Inesperado y el Inefable.
Por ello la oración es una gracia que  hemos de pedir.
En la oración nos situamos ante Dios como seres débiles y necesitados de ayuda
Por ello una de las típicas expresiones que han manifestado la disponibilidad de rezar es ponerse de rodillas, confesando con ello la necesidad del Otro.
A Él le confieso que soy débil, necesitado, “pecador”.
En este mirar al Otro está la esencia de la oración.
La oración es relación personal con Dios, con Jesús, con María o con los santos, sabiendo que aunque nosotros nos olvidemos del Creador, el Dios vivo y verdadero no deja de tomar la iniciativa llamando al hombre al misterioso encuentro con Él por medio de la oración.

HISTORIA DEL ELEFANTE




Había una vez un rey que se llamaba "Rostro de Espejo". Un día reunió a unos ciegos de na­cimiento y les dijo:
- ¿Sabéis lo que es un elefante?
Y ellos respondieron:
- ¡Oh, gran rey! No tenemos noción ninguna de lo que es eso.
El rey, entonces, les dijo:
- ¿Y os gustaría conocerlo?
- Sí, claro que nos gustaría, dijeron ellos.
Entonces el rey mandó a sus criados que trajeran un elefante y les dijo a los ciegos que lo to­caran con sus propias manos. Unos cogieron al elefante por la trompa. Y el rey les dijo:
- Eso es un elefante.
Los demás lo cogieron de una oreja, otros de los colmillos, otros de la cabeza, otros del lo­mo, otros de un muslo, otros de una pata delantera, otros tocaron la huella de sus pisadas, y otros la cola. Y a todos les decía el rey:
- Esto es un elefante.
Entonces el rey "Rostro de Espejo" hizo que retiraran al elefante y preguntó a los ciegos:
- ¿Cómo es un elefante?
Los ciegos que habían tocado la trompa dijeron:
- El elefante se parece a un poste curvo.
Los que habían tocado la oreja dijeron:
- Es como una seta gigante.
Los que habían tocado un colmillo dijeron:
- Es como una maza.
Los que habían tocado la cabeza dijeron:
- Es como un caldero.
Los que habían tocado el lomo dijeron:
- Es como un monte.
Los que habían tocado un lado dijeron:
- Es como una pared.
Los que habían tocado un muslo dijeron:
- Es como un árbol.
Los que habían tocado la pata delantera dijeron:
- Es como una columna.
Los que habían tocado las huellas dijeron:
- Es como un mortero.
Los que habían tocado la cola dijeron:
- Es como una cuerda.
Entonces se pusieron todos a discutir diciéndose unos a otros que estaban equivocados. Y la conversación pasó de discusión a verdadera batalla campal. El rey, al verlo, no pudo aguantar la risa y les dijo:
- No hacéis más que discutir y pelear. Pero el elefante es una sola cosa. Lo que pasa es que cada uno ha tocado sólo una parte, y por eso estáis todos equivocados. Y es que la verdad siem­pre la tenemos delante, pero hay que saber verla y no ser como los ciegos.
¡Quitémonos de los ojos las gafas de los prejuicios!

Palabras del papa Benedicto XVI, sobre la oración



Vivimos en un mudo en el que (para algunos parece que) Dios ha desparecido del horizonte de muchas personas o se ha convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente.
Sin embargo, al mismo tiempo  vemos muchos signos que nos indican un despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de la importancia de Dios para la vida del hombre…
El hombre es religioso por su naturaleza..
La imagen del Creador está impresa en su ser, y  él siente necesidad de encontrar una luz para dar respuesta a las preguntas que atañen al sentido profundo de la realidad; respuesta que no puede encontrar  en sí mismo, en el progreso, en la ciencia…
El hombre digital igual que el de las cavernas, busca en la experiencia asegurar su precaria aventura terrena. Por lo demás la vida sin un horizonte  transcendente no tendría un sentido pleno, y la felicidad, a la que tendemos todos, se proyecta espontáneamente hacia el futuro…
Los hombres esperan  de las diferentes religiones una respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana que, hoy como ayer, conmueven sus corazones:
¿Qué es el hombre? ¿Quién soy yo?
¿Cuál es  el sentido y fin de nuestra vida? ¿Qué es el bien y qué el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor?
¿Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte, el juicio, la retribución después de la muerte? ¿Cuál es finamente, ese misterio último e inefable que abarca nuestra existencia, del que procedemos y hacia el que nos dirigimos?”

¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aun no tenéis fe?



Señor Jesús ¿me estás haciendo a mí este reproche?
Es cierto que a veces en nuestro mundo, en nuestras vidas  de repente  se levanta la tormenta y parece que todo se viene abajo, es cierto que a veces todo lo veo negro porque las cosas no salen como estaba previsto, porque no se da la respuesta que esperaba etc. Si, en ocasiones pierdo la esperanza y la ilusión.
Es cierto que, empezando por mí mismo, el desánimo se apodera del ambiente.
Y mirando el Evangelio veo que Tú a los apóstoles  que están sufriendo la gran tormenta de la vida les recriminas porque no se fían de  tu poder, desconfían  de tus posibilidades.
Como a ellos nos invitas a nosotros a levantarnos, a tomar nuestra camilla y ponernos a andar.
Tú nos invitas a hacer todo lo que esté de nuestra parte en el mundo y en la Iglesia para  mejorar nuestro mundo y para proclamar tu evangelio.
Tú nos dices “Yo estaré para siempre en medio de vosotros”
Esto no lo deberíamos olvidar nunca. Pase lo que pase, Tú estás siempre a nuestro lado
Perdón,  Señor Jesús, por mi falta de fe en tu Persona.
Perdón porque me cuesta asumir las contradicciones, las dificultades  de la vida, los pecados ...
Perdón por nuestras quejas similares a las de  los israelitas por el desierto. .
Gracias, Señor Jesús, por tantas cosas buenas que observo en mi entorno: veo que hay personas solidarias, veo que hay quien condiciona toda su vida al cuidado de sus ancianos padres,  gracias por aquella persona que pone paz en su ambiente y por aquella otra que valora lo que otros hacen.
Gracias por las personas que saben escuchar, y defienden la dignidad de todo ser humano.
Haz, Señor Jesús, que no perdamos la confianza de que Tú estás siempre con nosotros, de que Tú nos acompañas.
Ayúdanos, Señor Jesús, para que en los momentos difíciles de la vida sepamos reconocerte cerca de nosotros.