No nacemos nos hacemos


En una calle de Atenas un fisionomista observó atentamente el rostro de Sócrates. Después de contemplarle un rato dio su veredicto:
-Sócrates es un comilón, mujeriego, borracho, pendenciero y mentiroso.
Al oírlo sus discípulos, indignados, se aprestaban a castigar a aquel farsante que así se atrevía a insultar a su maestro. Pero Sócrates les frenó diciendo:
-      ¡Calma! Ese señor acaba de decir la pura verdad. Yo sería todo eso y mucho más si no luchara para no serlo.

EN LAS MANOS DE DIOS



 Los hombres de hoy no sabemos qué hacer con la muerte. A veces, lo único que se nos ocurre es ignorarla y no hablar de ella. Olvidar cuanto antes ese triste suceso, cumplir los trámites religiosos o civiles necesarios y volver de nuevo a nuestra vida cotidiana.
Pero tarde o temprano, la muerte va visitando nuestros hogares arrancándonos nuestros seres más queridos. ¿Cómo reaccionar entonces ante esa muerte que nos arrebata para siempre a nuestra madre? ¿Qué actitud adoptar ante el esposo querido que nos dice su último adiós? ¿Que hacer ante el vacío que van dejando en nuestra vida tantos amigos y amigas?
La muerte es una puerta que traspasa cada persona en solitario. Una vez cerrada la puerta, el muerto se nos oculta para siempre. No sabemos qué ha sido de él. Ese ser tan querido y cercano se nos pierde ahora en el misterio insondable de Dios. ¿Cómo relacionarnos con él?
Los seguidores de Jesús no nos limitamos a asistir pasivamente al hecho de la muerte. Confiando en Cristo resucitado, lo acompañamos con amor y con nuestra plegaria en ese misterioso encuentro con Dios. En la liturgia cristiana por los difuntos no hay desolación, rebelión o desesperanza. En su centro solo una oración de confianza: “En tus manos, Padre de bondad, confiamos la vida de nuestro ser querido”
¿Qué sentido pueden tener hoy entre nosotros esos funerales en los que nos reunimos personas de diferente sensibilidad ante el misterio de la muerte? ¿Qué podemos hacer juntos: creyentes, menos creyentes, poco creyentes y también increyentes?
A lo largo de estos años, hemos cambiado mucho por dentro. Nos hemos hecho más críticos, pero también más frágiles y vulnerables; somos más incrédulos, pero también más inseguros. No nos resulta fácil creer, pero es difícil no creer. Vivimos llenos de dudas e incertidumbres, pero no sabemos encontrar una esperanza.
A veces, suelo invitar a quienes asisten a un funeral a hacer algo que todos podemos hacer, cada uno desde su pequeña fe. Decirle desde dentro a nuestro ser querido unas palabras que expresen nuestro amor a él y nuestra invocación humilde a Dios:
“Te seguimos queriendo, pero ya no sabemos cómo encontrarnos contigo ni qué hacer por ti. Nuestra fe es débil y no sabemos rezar bien. Pero te confiamos al amor de Dios, te dejamos en sus manos. Ese amor de Dios es hoy para ti un lugar más seguro que todo lo que nosotros te podemos ofrecer. Disfruta de la vida plena. Dios te quiere como nosotros no te hemos sabido querer. Un día nos volveremos a ver”. (Pagola)

Recordemos a nuestros difuntos


Estos días todos recordaremos a nuestros difuntos, muchos iremos a visitarlos en el cementerio. Cuando lo hagamos pidamos a Dios que les dé el descanso eterno y que cuando nos llegue el momento de dejar este mundo podamos de nuevo encontrarnos con ellos.
Además, seguro que al recordarlos nos vendrán a la memoria algunas cosas buenas que hacían, algunas actitudes y comportamientos que admiramos, a lo mejor porque eran siempre capaces de perdonar, o porque se desvivían por la familia o porque se portaban bien con los vecinos.
No nos quedemos sólo con recordar sus buenos ejemplos, imitémoslos.
Seguro que ellos, y también cada uno de nosotros han sido y somos un regalo de Dios para el mundo. Que descansen en paz.

Primera misa de Alipio.


En este domingo, día 26 de octubre, celebrará Alipio su primera misa en esta parroquia. Hace ya unos días que está sirviendo a la parroquia de Nules donde ha sido destinado.
Pidamos por él,  para que sea un buen sacerdote y pidámosle al Señor que mande obreros a su mies. “La mies es mucha y los operarios pocos”.
Pidámosle también al Señor que estemos dispuestos a acoger su llamada. Dios no cesa de invitar a trabajar en su viña. Así nos le dice Jesús: Rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies.
Démosle también gracias a Dios por todo lo que Alipio hizo para esta parroquia, durante el tiempo que estuvo entre nosotros.