Vivimos en un mudo en el que (para
algunos parece que) Dios ha desparecido del horizonte de muchas personas o se
ha convertido en una realidad ante la cual se permanece indiferente.
Sin embargo, al mismo tiempo vemos muchos signos que nos indican un
despertar del sentido religioso, un redescubrimiento de la importancia de Dios
para la vida del hombre…
El hombre es religioso por su
naturaleza..
La imagen del Creador está impresa
en su ser, y él siente necesidad de
encontrar una luz para dar respuesta a las preguntas que atañen al sentido
profundo de la realidad; respuesta que no puede encontrar en sí mismo, en el progreso, en la ciencia…
El hombre digital igual que el de
las cavernas, busca en la experiencia asegurar su precaria aventura terrena.
Por lo demás la vida sin un horizonte
transcendente no tendría un sentido pleno, y la felicidad, a la que
tendemos todos, se proyecta espontáneamente hacia el futuro…
Los hombres esperan de las diferentes religiones una respuesta a
los enigmas recónditos de la condición humana que, hoy como ayer, conmueven sus
corazones:
¿Qué es el hombre? ¿Quién soy yo?
¿Cuál es el sentido y fin de nuestra vida? ¿Qué es el
bien y qué el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor?
¿Cuál es el camino para conseguir la
verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte, el juicio, la retribución después de la
muerte? ¿Cuál es finamente, ese misterio último e inefable que abarca nuestra
existencia, del que procedemos y hacia el que nos dirigimos?”