El Papa
Francisco constata que en nuestro mundo de hoy se da una indiferencia hacia
Dios y hacia los demás. Ante esta realidad nos ofrece un camino que puede
romper esta indiferencia
“La caridad de Dios que rompe esta cerrazón
mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus
enseñanzas y , sobre todo, con su testimonio.
Sin embargo sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado.
El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia,
que lo revista de Cristo, para llegar a
ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo
con el rito del lavatorio de los pies.
Pedro no quería que Jesús le lavase los pies,
pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos
lavarnos los pies unos a otros.
Este servicio sólo se puede hacer quien antes
se ha dejado lavar los pies por Cristo
La Cuaresma es un tiempo propicio para
dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando
escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos: el cuerpo de
Cristo. En él no hay lugar a la indiferencia, que tan a menudo parece tener
tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo
y en Él no se es indiferente hacia los demás “Si un miembro sufre, todos sufren
con é, y si un miembro es honrado todo se alegran con él” ( 1 Co m12, 26).
Es San Pablo
el compara a los cristianos un cuerpo compuesto de muchos miembros. Cristo es
la cabeza y todos estamos unidos a ese mismo cuerpo, teniendo todos como cabeza
a Cristo.